martes, 9 de octubre de 2018

Pero No Disparo

Escuchaba música instrumental, no fuera que alguna palabra mal dicha me sacara de mis pensamientos. En una pestaña el blog, en otra youtube, en la siguiente el diccionario y en las otras dos el sueño de una noche en vela.

Tiene cojones volver al blog así, ¿no? Por fortuna no tengo la presión de la fama o de la obligación. Hago esto porque quiero, no me preocupa en absoluto gustar o no gustar, que se entienda o no se entienda, sólo escribo lo que quiero escribir.

La música seguía su curso, ahora con un saxo desbocado. Cierro los ojos y veo el paisaje mecánico. Agarro a ciegas la sábana y me tapo con todos los fantasmas. Me aseguro de estar a suficiente distancia del cabecero para que no roce la corona de neopreno. Me giro, como si algún trozo de la almohada fuera a estar más frío que el de al lado, más frío que yo. Vaya si se fue el verano.

El caso es que no estoy totalmente seguro de estar escribiendo lo que quiero escribir. Cabe la posibilidad de estar soltando las letras que necesito soltar, sin que medie una voluntad consciente.

Vuelvo a hacerme una paja, como si quisiera llorar por el pene lo que no me sale de los ojos, como si quisiera sacarme los demonios a través del placer, como si estuviera desesperado por dormir, como si quisiera hacérmela.

¿Quién escribe esto realmente? ¿Tú, yo, vosotros? ¿Qué saben las mentes de los pequeños rayos que las dominan? ¿Qué saben los dedos que surcan el teclado de quién les da la orden? ¿Qué saben las teclas de quién las pulsa? ¿Qué saben los átomos del cuerpo?

En el estómago tantos litros de cerveza como de horrible fritanga y claro, la guerra es inevitable. Me cago de miedo y de muchas cosas más. Empuño el rifle decidido, pero no disparo. Apunto al enemigo, pero no disparo. Amo al enemigo, pero no disparo.

No sé si quiero escribir más. Quizás mañana. La música sigue. El pensamiento sigue. Pero no disparo.