lunes, 20 de octubre de 2008

CAMBIOS

Se puso de pie, alterado, abrigado en su verdad, con los ojos inyectados en una furia que borraba las estelas de una compasión anterior. Su boca se torcía ahora en un gesto que sólo podría describir con sonidos animales y que impedía averiguar si alguna vez sonrío. Su descuidada barba se agitaba a cada palabra como si fueran las llamas de la chimenea, intimidando con sus sombras a toda la habitación que contemplaba absorta pero inmutable la escena. Nada se podía hacer ya, el whisky no calmaría esta vez el escozor de sus heridas, ni siquiera los calmantes, ahora se encontraba perfectamente sobrio y sólo quería oír la verdad de su boca al menos una vez, pero no sabía que verdad quería escuchar, ni siquiera sabía si quería oír algo aparte de sus estertores y el latir furioso y alocado de su corazón. Sentía que el cuello iba a arrancársele sólo, a estallar en una verbena de venas, arterias y sangre, sus antebrazos también eran pruebas de su creciente presión arterial, ya que sus venas se perfilaban en estos como serpientes tortuosas aguardando el momento justo para mudar la piel de sus brazos y escapar de allí dejando una sangría como rastro de su peregrinación. De repente todo dio un vertiginoso giro y aquella bestia que algún día fue un hombre habló:

Cállate! No envenenes más al mundo con tu boca llena de insectos y basura, tu discurso de falacias se acabó, al menos para mí. Déjame en paz, tuviste muchas oportunidades de aclararlo todo, pero siempre te gustó el barro. ¡Cerda! Tu cerebro es una zarza, por eso de tus labios sólo sale cizaña, cicuta. ¡Puta! Nunca supiste nada, no quisiste ver ni oír ni callar, sólo escupir tu miserable veneno sobre todo lo que un día fue blanco y hoy es negro o sanguinolento, pudrir las flores recién cortadas, agasajando a la maldad con cada corazón roto y cada mentira, como si fueran ofrendas a un dios de lo oscuro, un dios que seguro se deleita con tus pechos y tu sucia y dilatada vagina.

Hizo una pausa, degustando los humores que se agitaban en su cuerpo, como una premonición de lo que iba a pasar, conocedor de que no ganaba nada con toda aquella furia contenida que estaba soltando, se sentía igual, sólo le quedaba la satisfacción de saber que las cosas estaban bien hechas, él nunca se guardó nada en el tintero, prefería no usar de eso, pues al derramarse éste, emborrona todo aquello que había ayudado a hacer, sin embargo ella se dedicaba a verter disolvente sobre todo, no ya emborronando, si no destruyendo y eso iba a hacer él ahora, destruir. Se movió veloz por la habitación, pensando en un tópico de este tipo de escenas, fue hacia una estantería y cogió un vinilo, lo puso en el tocadiscos y comenzó a sonar "Carmina Burana", como señal inequívoca de que la tragedia se avecinaba. Habló de nuevo:

-La música, mi compañera durante todo este tiempo ya que tú no lo fuiste, la música y el whisky, algo de tabaco también, pero mis pulmones estaban maltrechos. En fin, preciosa canción, tan hermosa como tú, la diferencia es que ella no miente y es armoniosa, nada cizañera. Bueno, vamos a acabar esto antes de que se termine la canción, para que el final sea épico, ya sabes que amo el cine.

Acabó de hablar y comenzó a parecer un hombre de nuevo, el hombre que siempre había sido, le quitó la mordaza, la besó como antaño y acto seguido se irguió de nuevo, empuñando su revólver con fuerza, apuntó con precisión y calma absolutas y disparó, el grito de ella se vio anegado por el estallido del disparo. Ahora lo que ardía era la sangre del hombre que yacía muerto en el suelo y lo que dolía era la conciencia de la joven.

2 comentarios:

Miner dijo...

es lo mejor que te leido,me mola mucho, de verdad! hay un cambio con respecto a los otros relatos, es mas agresivo, pero la ocasion lo merece, sublime final... un besazo niño!!

Cuco dijo...

poco que objetar sinceramente, ya me avisaste de la descripción de tus atmósferas y la verdad me ha sorprendido muy gratamente, seguiré leyendo tus escritos. saludos