viernes, 13 de noviembre de 2009

Ausencias

Hace mucho que no te veo asomándote a través del sucio espejo de mi "baño", ¿será quizás que mis lágrimas por fin han hecho arroyo que muera contigo en el mar? Sopla un viento frío que dibuja tu nombre en mi espalda, me revuelvo, vertiendo sobre las sábanas todo un abecedario de sudores. Sigo soñando, pero todo es tan vívido como lo fuera en sueños, sin embargo se que aun estoy despierto y no me hace falta pellizcarme porque ya duele por sí solo. Más tarde sale el café por el Sol que la cena por la Luna, pero son estrellas lo que falta y nubes lo que sobra, porque cada peca es un rubí y de muerte nace la cuna que ha de amansar tu dócil bravura.

Impertérrita por tierra cae la gota cálida que del cielo se vierte, pero antes ha de agonizar entre un lupanar de mil tejas, obligada porque sí a no seguir la línea recta que es el camino más corto, el que buscaba para inmolarse, para estallar en mil hermanitas de efímera vida que, apenadas por la muerte materna, opten por un sacrificio a su oscuro dios de tormenta. Pero, ¿qué pasa con los pobres hoyos abandonados?

Salió a nacer, dejando tras de sí mil regueros de vida que se helaron con las palmadas del médico. Dolor como primera sensación, un dolor que le acompañará en su finito camino hasta el firme firmamento. Dolor sí, pero también la activación de los sentidos y un primer contacto con la apocalíptica realidad que hay fuera del búnker, tenían razón en que no debí salir nunca al exterior, allí teníamos todo lo necesario para aguantar el tiempo que hiciera falta. La única pega era la monotonía, esa rutina que ahora tanto hecho de menos.

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