sábado, 20 de mayo de 2017

¿Qué fue?

El caso es que me sonaba de algo y sentía de qué, pero no caía. Aquel tintineo ladino hizo que me vibrase el móvil. El acre olor de los encurtidos se escapaba desde los alvéolos hacia el intimidante añil circular y me caí en el pozo. Ese fino telón níveo que parece sin rasgar, lo hace crepitar una puñalada aleve involuntariamente incandescente, volviéndolo bermellón al final de la función. Añoré las constelaciones inventadas, el traslado de mi propia capilla a un santuario más benévolo, que me ungieran con la sangre de esos cismas. Repetir los rituales de rutinas extintas. Veinte azotes de las sogas y sentir que me columpio. ¡Aplíquese justicia! El morbo de la herejía.

Me quedaba solo en casa, no sólo. Perdido en mitad de unas notas entre tú y yo que quise hacer que cantaran otros. La densa humareda mercurial de la quema de rastrojos que se me caía flotando desde el paladar. El vaso de zumo derramado infértil, inane, herrumbroso. El hondo quejido erudito de los afiches gravosos. Los dolosos entresijos maleables que aletean por uso normativo. La excrecencia que bombea de abajo a arriba, convencimiento fútil de deus ex machina transformado en vetusta reminiscencia. Derivar, disentería, cosas que empiezan por "d" acabadas en vocales con ínfulas de consonante. Me negué a seguir andando. ¡Levántese carajo! La cultura del lejía.

Tenía muchas ideas debajo del sombrero, pero no salían. Fue el acecho lo que hizo que la presa se escapara. Fue el tiro errado lo que hizo que no sucediera nada. Fue el arbusto semoviente lo que hizo que no variara la distancia. Fue el practicable fundido lo que hizo que no se usara. Fue el tácito tañido de tu ombligo lo que hizo que ensordeciera. Fue el ataráxico deseo lo que hizo que me perturbara. Fueron todos los lenguajes los que hicieron que no entendiera nada.

No hay comentarios: