martes, 11 de noviembre de 2008

RUTINAS

- Hola cariño, ya estoy aquí. He tardado un poco más, pero ya sabes cómo se pone Pedro con eso de que venga a verte.

- No te preocupes, sabes de sobra que no voy a moverme de aquí. Jajaja.

- Y tú sabes de sobra que no ha tenido gracia.

- No hay que perder nunca el sentido del humor.

- Bueno, vamos a dejarnos de historias. Cuéntame, ¿cómo es aquello?

- Se está muy bien aquí, aunque como es lógico te echo muchísimo de menos, añoro esas noches de estío en las que salíamos a fumar al tejado como dos colegiales y nos quedábamos mirando la Luna embelesados, yo la veía en tus ojos y tú en los míos, a mí me entraba frío y me perdía entre tus brazos, buscando una madriguera en tu pecho que siempre tenía un hueco mullido para mí, nos arropábamos con una colcha hecha de estrellas y aguantábamos allí arriba como el violinista hasta que el sueño nos vencía y entonces me cogías como a las novias de las pelis y me llevabas hasta la cama, entrábamos en calor mediante la estufa de nuestros labios, nuestras manos hacían de abrigos y luego la pasión nos despertaba y corría de una entrepierna a otra. Finalmente, exhaustos y extasiados nos entregábamos a Morfeo. Recuerdo también cuando me leías los poemas que escribías para mí, me hacías sentir una auténtica musa con aquel ritual, me daban ganas de bailar alrededor de una hoguera imaginaria en una especie de trance inducido por tus versos. También me faltan los desayunos que me traías a la cama los domingos por la mañana, me faltan las guerras de almohadas, los tangos de los viernes al llegar a casa, las cenas románticas, los viajes que hicimos, las cartas de cuando aún siendo unos críos empezamos a salir, las fotos, los peluches, los planes de futuro, tus caras cuando mi madre venía a vernos, tus afeitados malos porque llegabas tarde al trabajo, tus besos de despedida, nuestros amigos, el lunar de tu espalda, tu olor, en fin, tantas y tantas cosas que por cotidianas pasan desapercibidas pero que en la distancia cobran una importancia vital. ¿Sabes algo curioso? Echo de menos las rutinas y mira que siempre las he odiado, pues bien, cuando se tiene tanto tiempo libre una no sabe qué hacer. Ni te imaginas cuánto me gustaría estar allí contigo. Aunque cuando vengas a verme te darás cuenta de que esto no está tan mal como siempre hemos pensado, pero seguro que con tu compañía mejora. Mi vida, sigo sintiendo...

- Vámonos Manuel, deja de torturarte. Y hoy duermes en mi casa, ¿eh?

Con estas palabras Pedro alejó a Manuel del féretro donde la mujer de este último yacía, Manuel se secó las lágrimas y como último gesto le dijo a Alba que el también seguía amándola y lanzó un beso al aire, esperando que su mujer pudiera encontrarlo allá donde quiera que estuviese.




Para Sarajá

5 comentarios:

Cuco dijo...

sigues en tu buena línea literario, señor miguelo. Me gusta bastante este relato, con esa mezcla de alegría y tristeza, previsible en cierto modo al principio, con el diálogo de "no voy a moverme de aquí", aunque no resta valor al realto en absoluto.

MIGUELo dijo...

Lo pensé, pensé que el lector podría tratar de adivinar algo con esa frase, pero mi mente al leerla volaba más hacia una cama de hospital o una cárcel o algo similar antes que a una muerte.

Gracias por el comentario.

Miner dijo...

vi el final... jeje, historia de una despedida, muy linda a la par que moña el parrafo de la susodicha! jeje, chulo como siempre, los hay mejores, pero no te tortures heterogustoso! un beso y sigue escribiendo!

MIGUELo dijo...

Como chana lo de heterogustoso,¿eh?

Gracias por su amable comentario.

Miner dijo...

amable a la par que elegante! es una movida, porque al leer la 1º frase pense que sería una historia de marikas! :P , bsotes!!