viernes, 3 de junio de 2011

Vasos comunicantes

Abrió la mesa plegable, colocó minuciosamente vasos de diversos tamaños con distintas cantidades de líquido. Lo hizo sin prisas, se tomó todo el tiempo que quiso. No dijo ni una sola palabra en todo el rato. Allí estaba, llenando vasos con precisión científica, de espaldas a las treinta personas que la observábamos curiosos. Parecía mimar los vasos como si fueran hijos suyos. Los iba colocando sobre la mesa con un cuidado extremo, cada vaso tenía su lugar exacto en la mesa. Nada era aleatorio, todo estaba calculado y medido hasta extremos propios de un loco.

Me intrigaba muchísimo saber qué iba a hacer luego con esos vasos. ¿Un concierto? ¿Una reacción química? Los treinta ojeadores nos moríamos de curiosidad. Ya no teníamos uñas y más de uno levantaba la cabeza ansioso por ver más. El silencio era total.

De repente se dió la vuelta, nos miró, la miramos, se puso detrás de la mesa y, sin mediar palabra, pegó una patada por debajo a la mesa, haciendo saltar los vasos por todas partes en una orgía de ruidos, cristales rotos y fluidos. Se acabó, había dedicado más de veinte minutos sólo para reventarlo todo después en un abrir y cerrar de ojos. Por último, entre la estupefacción general, sacó un DNI sin foto ni nombre y lo puso en el suelo sobre todo aquel caos material y al lado colocó un acta de defunción también anónima.

Ahora lo entendí todo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es cojonudo. Muy bueno, creas el ambiente de puta madre en un momento. Escribe más. ¡Es una orden!

sara dijo...

Colocar todo para destrozarlo, es algo que hacemos continuamente en nuestra vida. Me gusta tu capacidad de dar detalles a las cosas mediante la palabra. Un abrazo ;)