jueves, 11 de septiembre de 2008

TESTIGO

No sé por qué estaba allí realmente, entienda que el shock aún es grande. Creo que tenía una cita de la agencia de parejas que tenía contratada, ya sabe, cosas de solterones, uno después de tantos años ve que se acerca el final, no quiere morir solo y sigue conservando la esperanza de encontrar ese ángel que parezca aguardarle, sea capaz de hacerle sonreír y le haga ese tilín característico de las novelas, parecen sueños de un adolescente, vanas utopías producto del desajuste hormonal, pero cuando uno tiene mi edad ya se ven las cosas de otra forma, se puede sentir el aliento de la muerte acechando detrás de los espejos, esperando un descuido para llevarnos a su macabro paraíso, entonces uno comienza a entender que es necesario soñar, las utopías alimentan una parte vital de nuestro ser...

-Por favor, cíñase a los hechos.

Disculpe, entienda que a mi edad es fácil derivarse en cosas que para usted pueden parecer banales, pero algún día verá lo hermoso de lo que le relataba. Bueno, volviendo a lo que usted llama "los hechos", yo estaba allí sentado, con mi pajarita, mi clavel en el ojal, mi camisa blanca, impecable, recién planchada y mi traje de chaqueta marengo, porque el marengo es un color que se puede distinguir del gris y del negro,¿sabe? Hum, creo que esos detalles no le interesan. Pues el caso es que yo estaba allí sentado, esperando a ese ángel del que le hablaba antes y entonces entró en la cafetería un tipo un tanto extraño, llevaba sombrero de copa, amplio y espeso bigote, un hombre alto y corpulento, quizás 1'90 de altura y de complexión realmente fuerte, diría que estaba hasta ridículo con ese sombrero, pantalones de raso y gabardina abrochada, pidió un café solo doble, sin azúcar y parecía hablar consigo mismo, farfullando todo el rato entre dientes. Se acabó el café y fué hacia el baño, alrededor de un par de minutos después el tipo volvió, pago con un billete de cinco euros y dejó la vuelta de propina, se abrió la puerta de la cafetería y entonces sucedió todo, los metales se doblaron, los cristales estallarón, el café hirvió, las gentes lloraron, pero todo parecía pasar a cámara lenta, la metralla acudía despacio a la llamada de la carne que debía herir, como si buscara la mejor forma de penetrar en nuestros músculos, era espeluznante. Y eso es todo lo que puedo contarle.

-Lamento decirle que no puedo creer su testimonio y los detalles que da, es usted ciego.

Eso es lo que usted ve de mí, pero los ojos del alma ven más allá que los suyos y sé que a usted también le duele que su ángel haya volado y no tener alas para perseguirle, pero, ¿sabe cuál es el detalle que más me duele desconocer? Jamás sabré si mi ángel estaba allí velando por mí y fue aplastado por la explosión de mis sentimientos. Ahora déjeme, quiero viajar tranquilo...

2 comentarios:

Miner dijo...

ummm, quizas sea tan 'ciega' como el entrevistador, pero como sabe tantos detalles del hombre de la gabardina?¿ el final da mucha impotencia, quien sabe si su angel habra volado... me gusta...

Anónimo dijo...

este relato si que me ha gustado un monton, ehn??? será pesimista o será optimista, da igual, pero mola mucho!!! mñn mas, ehn???
besitoooos! SathieM